El Papa: durante la confesión no decir los pecados como la lista de la compra

Francisco en Santa Marta: no “blanquear” las propias culpas, entra en juego la vergüenza de saber que somos “vasos de barro y no de plata o de oro”. Así “seremos felices”

 

Domenico Agasso jr

 

Reconocer las propias debilidades. Es la invitación del Papa Francisco durante la homilía en la misa de Santa Marta de esta mañana, 16 de junio de 2017. El Pontífice ha puesto como ejemplo la confesión, cuando “decimos los pecados como si fueran la lista de precios en el mercado”, pensado en “blanquear un poco el barro” para ser más fuertes. En cambio se debe aceptar la vulnerabilidad, incluso si resulta “difícil”: es aquí que entra en juego “la vergüenza”. Lo recoge Radio Vaticana. 

 

“Nadie “puede salvarse así mismo”: todos tenemos necesidad “de la potencia de Dios”. Francisco medita sobre la segunda Carta de San Pablo a los Corintios –en la que el Apóstol reflexiona sobre el misterio de Cristo, diciendo ’tenemos este tesoro en vasos de barro’-- y exhorta a tomar “conciencia” de ser “barro, débiles, pecadores”. En práctica, sin la potencia del Señor “no podemos ir adelante”. Y este tesoro de Cristo se encuentra “en nuestra fragilidad: somos de barro” porque “es la potencia de Dios, la fuerza que salva, que cura, que nos pone en pie”. Y todo esto, en el fondo, es “la realidad de nuestra vulnerabilidad: todos somos vulnerables, fágiles, débiles, y necesitamos ser curados. Y él lo dice: somos atribulados, somos perseguidos, golpeados como manifestación de nuestra debilidad, de la debilidad de Pablo, manifestación del barro. Y esta es nuestra vulnerabilidad”. 

 

Una de las cosas “más difíciles en la vida es reconocer la propia vulnerabilidad. A veces, buscamos cubrir la vulnerabilidad, que no se vea; o maquillarla, para que no se vea; o disimular… el mismo Pablo, al inicio de este capítulo dice: ‘Cuando he caído en el disimulo vergonzoso’. Los disimulos son vergonzosos, siempre. Son hipócritas”.

 

Y más allá de “la hipocresía hacia los demás”, existe aquella frente “a nosotros mismos”, es decir, cuando nos creemos en grado de “ser otra cosa”, creyendo que “no necesitamos ser curados” y “apoyados”. En definitiva, cuando nos autodefinimos como “no de barro”, y pensamos tener “un tesoro mío”. Esta actitud es “el camino hacia la vanidad, la soberbia, la autorreferencialidad de aquellos que no sintiéndose barro buscan la salvación, la plenitud de sí mismos. Pero la potencia de Dios es aquella que nos salva –subraya el Papa-- porque nuestra vulnerabilidad Pablo la reconoce: ‘Somos atribulados, pero no aplastados’. No aplastados porque la potencia de Dios nos salva. “Somos puestos en apuros, pero no desesperamos. Hay algo de Dios que nos da esperanza. Somos perseguidos, pero no abandonados; golpeados, pero no aniquilados”. 

 

Existe siempre “esta relación entre el barro y la potencia, el barro y el tesoro. Tenemos un tesoro en vasos de barro. Pero la tentación es siempre la misma: cubrir, disimular, no creer que somos de barro. Esa es la hipocresía frente a nosotros mismos”. San Pablo, con este modo de “pensar, razonar, de predicar la Palabra de Dios” conduce a un diálogo entre “el tesoro y el barro”, diálogo que debe ser alimentado continuamente. Para “ser honestos”. 

 

El Obispo de Roma pone como ejemplo la confesión, “cuando decimos los pecados como si fuese una lista de precios en el mercado” pensando en “blanquear un poco el barro” para ser más fuertes, “mejores”. En lugar de aceptar la debilidad y la vulnerabilidad, incluso si es “difícil”: es justo aquí y de este modo que entra en juego la “vergüenza”. Porque es “la vergüenza, esa que se alarga en el corazón para que entre la potencia de Dios, la fuerza de Dios. La vergüenza de ser de barro y no ser un vaso de plata o de oro. De ser barro. Y si nosotros llegamos a este punto seremos felices. Seremos muy felices”. 

 

El diálogo entre “la potencia de Dios y el barro: pensemos en el lavatorio de los pies, cuando Jesús se acerca a Pedro y Pedro le dice: ‘No, a mí no Señor. ¿Qué haces?’ No había entendido Pedro que era de barro, que tiene necesidad de la potencia del Señor para ser salvado”. Es fundamental, por tanto, la “generosidad” de reconocer “ser vulnerables, frágiles, débiles, pecadores”: solo si se acepta el estado de “ser barro”, la “extraordinaria potencia de Dios vendrá a nosotros y nos dará la plenitud, la salvación, la felicidad, la alegría de ser salvados”. El tesoro de Dios.

 

- vaticaninsider.lastampa.it