“Caso Barros”;  presiones, temores y expectativas

Continúan las polémicas mientras se espera la llegada del enviado papal Scicluna: las dudas por la petición del nuncio de recibir por anticipado los testimonios escritos

 

Andrea Tornielli

 

Faltan pocos días para que llegue a Santiago de Chile el arzobispo de Malta Charles Scicluna, quien, después de haber pasado por Nueva York para reunirse con el principal de los testimonios, Juan Carlo Cruz, una de las víctimas del padre Fernando Karadima, escuchará a todos los que consideran tener algo que decir sobre el caso del obispo Juan Barros Madrid, actual titular de la diócesis de Osorno. Lo que ha suscitado perplejidades entre los posibles testimonios fue la petición del nuncio apostólico Ivo Scapolo, quien pidió que todos pusieran por escrito todo lo que dirán a Scicluna y que lo entreguen o envíen antes de este viernes a la nunciatura de Santiago.

 

Como se recordará, Barros (uno de los jóvenes sacerdotes formados por el carismático Karadima, que era, como después se supo, un abusador serial) fue acusado de estar al corriente de las actitudes de su mentor. El Papa Francisco, hasta hace algunos días, parecía no creer a estas acusaciones: en 2015 nombró a Barros en Osorno, en lugar de sugerirle un año sabático o aceptar la renuncia que el prelado le había presentado honestamente. 

 

Según Bergoglio no había «evidencias» para proceder de manera diferente, pero al mismo tiempo el Pontífice se dijo dispuesto a cambiar de opinión e intervenir, siempre y cuando le presentaran nuevos elementos. Algo sucedió después del viaje a Chile del mes de enero. Y Francisco decidió enviar a uno de los eclesiásticos mejor preparados para reunir y evaluar los testimonios relacionados con presuntos abusos por parte de religiosos. Precisamente Scicluna.

 

La decisión de enviar al ex-promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que colaboró con el entonces cardenal Joseph Ratzinger para rennovar el enfoque de las autoridades eclesiásticas en relación con estos casos y condujo personalmente la investigación en contra del potente fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel Degollado, demuestra, sin duda ninguna, la determinación del Papa Bergoglio para esclarecer definitivamente el caso.

 

Hay que decir que muchos rasgos de toda esta historia son poco claros. Barros nunca fue acusado por nadie de haber cometido abusos o de haberse comportado incorrectamente con menores. Además, y esto es importante, Barros, en sus ya 23 años de episcopado (como auxiliar en Valparaíso, obispo de Iquique, Ordinario militar y ahora obispo de Osorno) nunca había sido acusado de haber “encubierto” a sacerdotes pederastas o de haber ocultado los casos de abusos contra menores en el territorio de su jurisdicción. Dos aclaraciones que no son secundarias para comprender la complejidad del caso. Sin olvidar, además, que el mismo Barros, a pesar de haberse declarado inocente y no enterado de los abusos perpetrados por Karadima, para reducir las tensiones, envió en dos ocasiones su renuncia al Papa, quien, por el contrario, le pidió que permaneciera en su sitio.

 

La tarea de monseñor Scicluna será la de tratar de averiguar, mediante los testimonios y las palabras de todos aquellos que quieran expresarse (las víctimas de Karadima, pero también los laicos de Osorno que piden la dimisión de Barros desde hace dos años), si Barros tuvo alguna responsabilidad y cuál. Hasta ahora se conoce detalladamente solo uno de los testimonios, el de Juan Carlo Cruz, que envió una carta al Papa en 2015 en la que cuenta que Barros estaba presente cuando Karadima desplegaba sus abusos y actitudes poco nobles ante los chicos.

 

Una investigación seria, así como un proceso digno de llamarse tal, no gira alrededor de los títulos de los periódicos y no se dirime con presiones de campañas mediáticas. Sin embargo podrían surgir algunas novedades en toda esta historia. Que la tensión esté por las nubes y que la misión de Scicluna sea muy ardua lo demuestran las últimas polémicas que desató la petición del nuncio en Chile. Monseñor Ivo Scapolo pidió que todos los que testimonien le envíen a él, por anticipado, el texto escrito con lo que pretendan referir al enviado papal. Esta petición fue recibida como una especie de control preventivo por parte de un diplomático vaticano, considerado muy afín a los responsables del episcopado chileno de los últimos años y que siempre se ha negado a recibir a las víctimas de Karadima, según lo que afirmó el mismo Cruz en su carta.

 

En realidad, la petición de un resumen por escrito del testimonio no es una iniciativa personal del nuncio apostólico, como tampoco lo es de la Secretaría de Estado o de la jerarquía chilena preocupada por lo que podría surgir durante la investigación sobre los encubrimientos con los que contó Karadima. Monseñor Scicluna prefiere, efectivamente, actuar siempre de esta manera. Obviamente, lo que cuenta es el testimonio ofrecido personalmente, pero el resumen escrito, además de ayudar al investigador a establecer su agenda de audiciones, favorece la posibilidad de comparar y, por lo tanto, agiliza el trabajo. Scicluna, en este como en otros casos anteriores, nunca ha establecido que las declaraciones fueran entregadas solamente al nuncio apostólico: lo importante es que le lleguen a él, es decir al investigador designado por el Papa. Se comprende, pues, el disgusto de las víctimas, viéndose obligadas a entregar documentos con sus relatos al nuncio, sobre todo si este último no ha querido tener nada que ver con ellas en el pasado, o simplemente porque se le considera (justa o injustamente) demasiado en sintonía con quienes durante muchos años cerraron los ojos ante las graves responsabilidades de Karadima.

 

Lo que se espera es que esta petición de los resúmenes por escrito no ponga en riesgo el trabajo de Scicluna y que las víctimas y otros testimonios mantengan su propósito de encontrarse con el enviado papal, para que pueda desempeñar bien la tarea que le encomendó Francisco y llegar, finalmente, a una conclusión. El objetivo es que se aclaren las cosas para que se serene la situación tanto en la diócesis de Osorno como en todo Chile. Un país en el que la credibilidad de la Iglesia católica, que durante mucho tiempo fue muy elevada debido al valor de sus responsables durante la dictadura de Pinochet, ha disminuido drásticamente. Y uno de los motivos de esta disminución ha sido precisamente la manera con la que se afrontó el escándalo Karadima.

 

Hay que recordar que el caso de los abusos perpetrados por el carismático y poderoso párroco de El Bosque (formador de generaciones de jóvenes, de muchos curas, cuatro de los cuales se volvieron obispos) suscita cuestiones sobre las últimas décadas de vida de la Iglesia chilena y de los grupos que la han caracterizado. Si no se aclaran los contornos del caso Barros, mucho más borrosos quedarán los detalles sobre los encubrimientos, las malas gestiones y el trato que recibieron las víctimas de los abusos, a pesar de que las normas canónicas ya fueran muy claras con respecto a las medidas que hay que tomar frente a casos semejantes. La misión de monseñor Scicluna se limita al caso Barros. Pero tal vez ya hay algunas personas que temen que gracias a los relatos de las víctimas y de los testimonios, incluso más allá de las eventuales responsabilidades del obispo de Osorno, se reconstruya una página de la historia de la Iglesia chilena tan poco edificante.

 

- vaticaninsider.lastampa.it