“No a la droga, supersticiones y ruinosos rituales de magia”

Durante el Ángelus Francisco denunció los “atajos” de la corrupción y del egoísmo. «Hay que rechazar la tentación de querer prescindir de Dios», explicó el Papa a los fieles reunidos en la Plaza San Pedro

Giacomo Galeazzi

«Dios no está apartado, sino que entra en la historia de la humanidad para animarla con su gracia y salvarla», afirmó el Papa Francisco durante el Ángelus, en el que invitó a «poner la inteligencia al servicio de la verdad y de los más necesitados». En una intensa reflexión teológica, el Papa subrayó que «estamos llamados a prestar escucha a este anuncio, rechazando la tentación de considerarnos seguros de nosotros mismos, de querer prescindir de Dios, pretendiendo una absoluta libertad de Él y de su Palabra». Jorge Mario Bergoglio denunció la tentación de buscar una «salida de la angustia» tomando «peligrosos atajos, como por ejemplo el túnel de la droga o el de las supersticiones o de ruinosos rituales de magia». El cristianismo, por el contrario, «no ofrece consolaciones fáciles, no es un atajo, sino que exige fe y vida moral sana, que rechace el mal, el egoísmo, la corrupción».

Y el cristianismo también «nos da la verdadera y gran esperanza en Dios Padre rico de misericordia, que nos ha dado a su Hijo revelándonos, así, su inmenso amor». Con solicitud pastoral y a la luz de medio siglo de experiencia en contacto con los fieles, Francisco indicó algunas amenazas y obstáculos que pueden encontrar los creyentes en su camino, pero también señaló los remedios a la pérdida de confianza en sí mismo y en el propio recorrido interior a la luz del Evangelio. 

Una meditación que se concentró en la exhortación a «rechazar la tentación de querer prescindir de Dios», a «rechazar la corrupción» y a «no desesperarnos si nos sentimos solos».

Desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico, el Pontífice recitó la oración mariana con los fieles y peregrinos que llegaron a la Plaza San Pedro hoy por la mañana. «Que María, Madre de misericordia –concluyó el Papa–, nos ponga en el corazón la certeza de que somos amados por Dios; que esté cerca de nosotros en los momentos en los cuales nos sentimos solos y que nos comunique los sentimientos de su Hijo Jesús, para que nuestro camino cuaresmal sea una experiencia de perdón, de acogida y de caridad».

El Papa dirigió un «saludo especial» a los estudiantes universitarios de diferentes partes del mundo que se reunieron en el primer “Vatican Hackathon”, promovido por la Secretaría para la Comunicación: «Queridos jóvenes, es bello poner la inteligencia, que Dios nos da, al servicio de la verdad y de los más necesitados». 

En este cuarto domingo de Cuaresma, llamado domingo “laetare”, o sea domingo de la alegría, la antífona de ingreso para la liturgia eucarística, subrayó Jorge Mario Bergoglio, nos invita a la alegría: «Alégrate, Jerusalén […]. Regocíjense los que estuvieron tristes para que exulten». Por ello, el Papa se preguntó: «¿Cuál es el motivo de esta alegría? Es el gran amor de Dios hacia la humanidad, tal como indica el Evangelio de hoy: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna”». Según el Papa, estas palabras, pronunciadas por Jesús durante la conversación con Nicodemo, resumen un argumento que forma parte del núcleo del anuncio cristiano: incluso cuando la situación parece exasperada, Dios interviene, ofreciendo al hombre la salvación y el gozo. 

«Cuando encontramos la valentía de reconocernos por aquello que somos – afirmó el Papa – nos damos cuenta de ser personas llamadas a confrontarnos con nuestra fragilidad y nuestros límites. Entonces puede suceder que caigamos en la angustia, la inquietud del mañana, el miedo a la enfermedad y a la muerte». Además, continuó Bergoglio, «

la cruz de Jesús es la manifestación más grande del amor de Dios: un amor que proviene del corazón del Padre y es acogido y donado con generosidad por el corazón del Hijo». Y explicó que «en el Evangelio de hoy, Jesús mismo nos recuerda que Dios Padre no ha mandado al Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvado mediante Él». Por ello, aseguró, «sobre esta roca nuestra confianza» es indestructible. Se trata de abrir el corazón «a este don y, en el tiempo de Cuaresma, nuestra alegría consiste precisamente en el acoger la misericordia de Dios». «Sólo así –precisó el Pontífice– podremos vivir una vida animada por la justicia y la caridad, y nos convertiremos en testigos de este amor divino, un amor que no se da sólo a quien se lo merece, no pide recompensas, sino se ofrece gratuitamente, sin condiciones».

- vaticaninsider.lastampa.it