“Tenemos el deber de desmontar las ideas homicidas y las ideologías extremistas”

El Papa al presidente al Sisi y a las autoridades políticas: «Egipto está llamado a condenar y a derrotar todo tipo de violencia y de terrorismo». Francisco invocó la paz para Palestina e Israel, Siria, Libia, Yemen, Irak y Sudán del Sur

 

Andrea Tornielli

 

«Egipto está llamado a condenar y a derrotar todo tipo de violencia y de terrorismo». Fuerte llamado de Papa Francisco a las autoridades egipcias, en la segunda cita de su breve viaje a El Cairo. El encuentro con alrededor de 800 representantes de las instituciones, del cuerpo diplomático y de la sociedad civil egipcia fue en el gran salón del hotel Al-Masah, un conjunto hotelero administrado directamente por el ministerio de la defensa del país y que ocupa un área de 75 mil metros cuadrados. En su interior hay un simulador de vuelo y también una mezquita.

 

El presidente al Sisi, que dos horas antes recibió en el palacio de Heliópolis al Pontífice lo saludó e indicó que el nuevo inicio del diálogo entre al Azhar y la Iglesia católica es un «paso positivo». También declaró que en Egipto se aprecian «las posiciones de Papa Francisco basadas en la promoción de la paz, de la tolerancia y de la convivencia entre las Naciones», que son «motivo de admiración y respeto». Al Sisi, recordando que la visita del Papa coincide con el 70 aniversario de las relaciones entre Egipto y el Vaticano, se dirigió a Bergoglio definiéndolo «un querido huésped y un líder espiritual para los pueblos de diferentes religiones». Después, el presidente recordó la determinación de Egipto en «extirpar el terrorismo». El país árabe, prosiguió, «está en primera línea contra el terrorismo», y ha pagado un precio elevado en términos de vidas humanas «para contrarrestarlo». Al final, dijo que «el islam justo no imparte nunca la orden de matar», sino que persigue «la paz y la tolerancia».

 

Cuando tomó la palabra, el Papa recordó, antes que nada, que en la tierra egipcia «encontró refugio y hospitalidad» la Sagrada Familia, «Jesús, María y José». Egipto, pues, «es una tierra que, en cierto modo, ¡percibimos como nuestra!». Una tierra que «debido a su historia y de su concreta posición geográfica, ocupa un rol insustituible en Oriente Medio y en el contexto de los países que buscan soluciones a esos problemas difíciles y complejos, que han de ser afrontados ahora para evitar que deriven en una violencia aún más grave». Francisco habló sobre el terrorismo, pero no solamente: «me refiero a la violencia ciega e inhumana causada por diferentes factores: el deseo obtuso de poder, el comercio de armas, los graves problemas sociales y el extremismo religioso que utiliza el Santo Nombre de Dios para cometer inauditas masacres e injusticias».

 

Bergoglio expresó su deseo de un Egipto «donde no falte a nadie el pan, la libertad y la justicia social». Un objetivo que se convertirá en una realidad «si todos juntos tienen la voluntad de transformar las palabras en acciones, las valiosas aspiraciones en compromiso, las leyes escritas en leyes aplicadas, valorizando la genialidad innata de este pueblo. Egipto tiene una tarea particular: reforzar y consolidar también la paz regional, a pesar de que haya sido herido en su propio suelo por una violencia ciega».

 

Francisco citó también a todas las personas que, en los últimos años, «han entregado la vida para proteger su patria: los jóvenes, los miembros de las fuerzas armadas y de la policía, los ciudadanos coptos y todos los desconocidos, caídos a causa de las distintas acciones terroristas. Pienso también en las matanzas y en las amenazas que han provocado un éxodo de cristianos desde el Sinaí septentrional». Y recordó especialmente a «los que han sido golpeados por los atentados en las iglesias Coptas, tanto en diciembre pasado como más recientemente en Tanta y en Alejandría». Es decir los dos terribles atentados que ensangretnaron el Domingo de Ramos.

 

«El desarrollo, la prosperidad y la paz –recordó Bergoglio– son bienes irrenunciables por los que vale la pena cualquier sacrificio. Son también metas que requieren trabajo serio, compromiso seguro, metodología adecuada y, sobre todo, respeto incondicionado a los derechos inalienables del hombre, como la igualdad entre todos los ciudadanos, la libertad religiosa y de expresión, sin distinción alguna. Objetivos que exigen prestar una atención especial al rol de la mujer, de los jóvenes, de los más pobres y de los enfermos».

 

El escenario mundial, afirmó, es «delicado y complejo», y hace pensar en esa que el Papa llama una «guerra mundial en pedacitos». Por lo que hay que «afirmar que no se puede construir la civilización sin rechazar toda clase de ideología del mal, de la violencia, así como cualquier interpretación extremista que pretenda anular al otro y eliminar las diferencias manipulando y profanando el Santo Nombre de Dios. Usted, Señor Presidente, que ha hablado de esto con claridad muchas veces y en distintas ocasiones, merece ser escuchado y valorado». Un énfasis importante y para nada casual, pues reconoce que al Sisi ha intentado eliminar el caldo de cultivo del yihadismo en el país.

 

«Tenemos el deber de afirmar juntos –continuó– que la historia no perdona a los que proclaman la justicia y en cambio practican la injusticia; no perdona a los que hablan de igualdad y desechan a los diferentes. Tenemos el deber de quitar la máscara a los vendedores de ilusiones sobre el más allá, que predican el odio para robar a los sencillos su vida y su derecho a vivir con dignidad, transformándolos en leña para el fuego y privándolos de la capacidad de elegir con libertad y de creer con responsabilidad». 

 

«Tenemos el deber –insistió el Pontífice– de desmontar las ideas homicidas y las ideologías extremistas, afirmando la incompatibilidad entre la verdadera fe y la violencia, entre Dios y los actos de muerte». Y de esta manera, como en la época bíblica Egipto salvó a los demás pueblos de la carestía, «está llamado también hoy a salvar a esta querida región del hambre de amor y de fraternidad; está llamado a condenar y a derrotar todo tipo de violencia y de terrorismo». Demostrando que «se puede creer y vivir en armonía con los demás, compartiendo con ellos los valores humanos fundamentales y respetando la libertad y la fe de todos», como prevé la Constitución del país.

 

Francisco concluyó recordando que la paz «es un don de Dios pero es también trabajo del hombre. Es un bien que hay que construir y proteger, respetando el principio que afirma: la fuerza de la ley y no la ley de la fuerza. Paz para este amado País. Paz para toda esta región, de manera particular para Palestina e Israel, para Siria, Libia, Yemen, Irak, Sudán del Sur; ¡paz para todos los hombres de buena voluntad!».

 

- vaticaninsider.lastampa.it